![Imagen subida](http://i165.photobucket.com/albums/u80/Davuu_N/Otro.jpg?t=1277510001)
Autor: Ted Bundy
Género: Thiller, policiaca, drama, paranormal...
Advertencias: Palabras obscenas.
Sinopsis: En la tranquila Ciudad Central se están cometiendo una serie de asesinatos cada vez más sádicos, el agente Glenn y sus compañeros tienen que pararle los pies antes de que haga daño a más personas. Empieza una lucha desesperada por descubrir la verdad y el tiempo juega en contra de los agentes. ¿Quien ganará la partida?
![Imagen subida](http://i165.photobucket.com/albums/u80/Davuu_N/0001-1.gif)
![Imagen subida](http://i165.photobucket.com/albums/u80/Davuu_N/Ficprologo.png)
Spoiler
Aquella mañana no se escuchaban los pájaros ya que habían huido hacía un año. Eso tendría que haber hecho yo, huir lejos.
Me encontraba en el setecientos veinte de King Street en Ciudad Central, aquella era una calle regentada por prostitutas y drogadictos. Los periodistas se aglomeraban a la entrada del callejón, malditos insensibles siempre sedientos de noticias brutales para subir audiencia.
Entre varias bolsas de basura yacía el cuerpo de un chico joven bocabajo, sus ojos estaban abiertos y su expresión daba verdadero miedo. El pobre parecía que había visto al mismísimo diablo y así era.
Mi nombre es Glenn y era uno de los mejores detectives.
Llevaba en el cuerpo de policía más de veinte años persiguiendo ladrones, traficantes de drogas pero nunca me había topado con algo así. Dos o tres asesinatos cada noche, todos chicos jóvenes con toda su vida por delante.
Siempre seguía un ritual, después de seducirles los llevaba a un sitio apartado y los mataba de dos maneras: un corte seco en el cuello llevándose por delante cualquier vena o arteria o estrangulándolos con un cable o usando sus propias manos.
La prensa le había apodado “el asesino del hospital” ya que había protagonizado dos incidentes en dicho edificio.
Me encontraba mirando el cadáver.
— ¿En qué piensas?
Era Getxa, mi compañero en aquel tiempo.
—Solo estaba pensando en lo que ha tenido que sufrir este chico antes de morir a manos de “ese”. Toda su vida truncada de la noche a la mañana.
—Sí, es una pena que muera gente tan joven.
Un policía joven con el pelo marrón llegó corriendo al lugar.
—Señor, han encontrado otro cadáver a trescientos metros de aquí.
Corrimos a toda prisa hasta llegar a una calle muy transitada a esas horas de la mañana, una mujer yacía en el suelo desmayada mientras que todos los agentes miraban con cara de asombro.
—Dios santo, ¿Qué coño es esto?
Colgado de la pared estaba el cuerpo de un hombre clavado con grandes tornillos que perforaban sus manos, sus ojos también estaban abiertos y vacíos de vida como los demás.
En su pecho se veía sangre ya seca. Desde mi posición podía ver el gran corte que segó la vida del chico, le llegaba de oreja a oreja simulando una sonrisa.
El asesino se estaba riendo de nosotros pero no lo íbamos a permitir nunca.
—El corte significa que se está riendo de nosotros, por eso lo ha hecho con forma de sonrisa.
—Ese cabrón nos lleva mucha ventaja. —Getxa estaba disgustado y no era para menos.
—Le pillaremos ya verás.
Esas palabras fueron lo más tonto que he dicho en mi vida. Cuatro meses, más de una treintena de asesinatos cada vez más sangrientos. Despellejados, degollados, estrangulados, clavados en puntas… parecía algo sacado de una película de terror tipo “Viernes 13”.
Nuestro Jason particular era humano, tan humano como nosotros.
Después de acabar mi turno fui al cementerio a rezar por mi familia, murieron en un incendio cuando yo me encontraba trabajando para sacarlos adelante. Ese es el más duro recuerdo que tengo hasta ahora.
—Os quiero, nos veremos pronto.
Todavía no había superado la depresión y soñaba con morir para reunirme con ellos. Recuerdo que cogí el arma y me apunté a la cabeza.
Los árboles crujían y se movían por culpa del viento. Me dejé caer hasta tocar el frío mármol. Mi mujer, mi adorada mujer no hubiera querido que acabara así.
—No puedo morir, tengo que atrapar a ese cabrón.
Guardando el arma me levanté y caminé. El móvil sonó.
—Ven a la central, tienes que ver esto.
— ¿Qué pasa?
—Ese cabrón nos ha dejado una “dedicatoria”.
Pensé en Jack el Destripador y las cartas que mandó a la policía, ¿Qué dedicatoria habría dejado? Estaba ansioso de saberlo.
Me encontraba en el setecientos veinte de King Street en Ciudad Central, aquella era una calle regentada por prostitutas y drogadictos. Los periodistas se aglomeraban a la entrada del callejón, malditos insensibles siempre sedientos de noticias brutales para subir audiencia.
Entre varias bolsas de basura yacía el cuerpo de un chico joven bocabajo, sus ojos estaban abiertos y su expresión daba verdadero miedo. El pobre parecía que había visto al mismísimo diablo y así era.
Mi nombre es Glenn y era uno de los mejores detectives.
Llevaba en el cuerpo de policía más de veinte años persiguiendo ladrones, traficantes de drogas pero nunca me había topado con algo así. Dos o tres asesinatos cada noche, todos chicos jóvenes con toda su vida por delante.
Siempre seguía un ritual, después de seducirles los llevaba a un sitio apartado y los mataba de dos maneras: un corte seco en el cuello llevándose por delante cualquier vena o arteria o estrangulándolos con un cable o usando sus propias manos.
La prensa le había apodado “el asesino del hospital” ya que había protagonizado dos incidentes en dicho edificio.
Me encontraba mirando el cadáver.
— ¿En qué piensas?
Era Getxa, mi compañero en aquel tiempo.
—Solo estaba pensando en lo que ha tenido que sufrir este chico antes de morir a manos de “ese”. Toda su vida truncada de la noche a la mañana.
—Sí, es una pena que muera gente tan joven.
Un policía joven con el pelo marrón llegó corriendo al lugar.
—Señor, han encontrado otro cadáver a trescientos metros de aquí.
Corrimos a toda prisa hasta llegar a una calle muy transitada a esas horas de la mañana, una mujer yacía en el suelo desmayada mientras que todos los agentes miraban con cara de asombro.
—Dios santo, ¿Qué coño es esto?
Colgado de la pared estaba el cuerpo de un hombre clavado con grandes tornillos que perforaban sus manos, sus ojos también estaban abiertos y vacíos de vida como los demás.
En su pecho se veía sangre ya seca. Desde mi posición podía ver el gran corte que segó la vida del chico, le llegaba de oreja a oreja simulando una sonrisa.
El asesino se estaba riendo de nosotros pero no lo íbamos a permitir nunca.
—El corte significa que se está riendo de nosotros, por eso lo ha hecho con forma de sonrisa.
—Ese cabrón nos lleva mucha ventaja. —Getxa estaba disgustado y no era para menos.
—Le pillaremos ya verás.
Esas palabras fueron lo más tonto que he dicho en mi vida. Cuatro meses, más de una treintena de asesinatos cada vez más sangrientos. Despellejados, degollados, estrangulados, clavados en puntas… parecía algo sacado de una película de terror tipo “Viernes 13”.
Nuestro Jason particular era humano, tan humano como nosotros.
Después de acabar mi turno fui al cementerio a rezar por mi familia, murieron en un incendio cuando yo me encontraba trabajando para sacarlos adelante. Ese es el más duro recuerdo que tengo hasta ahora.
—Os quiero, nos veremos pronto.
Todavía no había superado la depresión y soñaba con morir para reunirme con ellos. Recuerdo que cogí el arma y me apunté a la cabeza.
Los árboles crujían y se movían por culpa del viento. Me dejé caer hasta tocar el frío mármol. Mi mujer, mi adorada mujer no hubiera querido que acabara así.
—No puedo morir, tengo que atrapar a ese cabrón.
Guardando el arma me levanté y caminé. El móvil sonó.
—Ven a la central, tienes que ver esto.
— ¿Qué pasa?
—Ese cabrón nos ha dejado una “dedicatoria”.
Pensé en Jack el Destripador y las cartas que mandó a la policía, ¿Qué dedicatoria habría dejado? Estaba ansioso de saberlo.